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El respeto a la ley (En el ojo ajeno)

El 9 de julio del año 2002, al celebrarse un nuevo aniversario de la declaración de la independencia argentina, el arzobispo Luis Héctor Villalba ofreció una homilía en la iglesia catedral de Tucumán. Ésta se caracterizó por la fuerte acusación de corrupción hacia la clase política y dirigente del país. El arzobispo recordó que cada 9 de julio se celebra un nuevo aniversario del nacimiento a la vida libre como nación y que, desde sus orígenes, Argentina creció bajo el signo del catolicismo. En sus palabras, aquel congreso que en Tucumán declaro la independencia, estaba definido por estos dos rasgos fundamentales: “Era patriota y era religioso, en el sentido riguroso de la palabra; es decir católico”. 





Luego sostuvo que “estamos ante una nueva etapa histórica en nuestra patria. Así como la Iglesia estuvo presente en sus albores, hoy quiere estar presente en este proceso, enseñando a leerlo desde el Evangelio” (...) “Entre los muchos momentos difíciles que hemos vivido en nuestra patria, éste es de los más graves. Hay una sensación de decadencia moral que marca nuestro presente como nación.” La religión católica, como todas, está formada por un conjunto propio de creencias y leyes. 


Más del 92 por ciento de la población de Argentina profesa (pasiva o activamente) este culto, por lo tanto es indiscutible su influencia en el orden social y político del país. Lógicamente, la sociedad no sólo aprende de las enseñanzas que trasmiten los sacerdotes católicos, también aprende a través del ejemplo que brindan estas autoridades religiosas. En el caso de Tucumán, por ejemplo, la clase política que dirige los destinos de la provincia (aquella que la Iglesia acusa de corrupción) se nutre principalmente de ciudadanos de clase mediaalta, que en su enorme mayoría han asistido a colegios católicos. Aun aquellos que provienen de instituciones estatales se formaron en una sociedad donde la Iglesia tiene un rol casi excluyente en las pautas educativas y una influencia indiscutible a través de los medios de comunicación. Tomando en cuenta esto es necesario realizarnos las siguiente pregunta: ¿cuál es el grado de responsabilidad de la Iglesia respecto a la corrupción que ellos mismos denuncian? 


Haz lo que yo digo 


El respeto que muestran las autoridades eclesiásticas por las leyes que ellos mismos profesan es una enseñanza en sí misma. El valor que la Iglesia, un referente social no menor, otorga a sus leyes religiosas influyen a toda esta sociedad. La poderosa Iglesia argentina no sólo educa con sus leyes, también da un ejemplo de cuánto debemos respetarlas. Cuando los militares tomaron el poder en 1976, la Iglesia argentina dio su respaldo al nuevo régimen e instó a sus fieles a apoyar a las nuevas autoridades. 


Las Fuerzas Armadas pusieron en marcha un plan sistemático de exterminación y entre los años 1976 y 1983 decenas de miles de argentinos fueron secuestrados, torturados y ejecutados por las autoridades militares. Todos estas personas fueron privadas de una ley fundamental: el derecho a defensa en un juicio. Se torturó en forma alevosa a los secuestrados, incluyendo la colocación de ratas en la vagina de las detenidas, violaciones, descargas eléctricas y afixiamientos. En numerosas ocaciones, las Fuerzas Armadas se adueñaron de los bienes y propiedades de sus víctimas. La institución católica conocía estas prácticas a través de la denuncia de los sobrevivientes, los pedidos de auxilio de los familiares de las víctimas, las denuncias internacionales e incluso través de la confesión de algunos torturadores. Los representantes de aquella religión, entre cuyas máximas se encuentra la orden de Dios “no matarás”, optaron sin embargo por el silencio cómplice. Así, una de las instituciones de mayor influencia en el país dio un ejemplo inolvidable: debido a una conveniencia política, decidió ignorar sus propias leyes fundamentales.


Tucumán 


La dictadura militar tuvo características especiales en la sociedad tucumana. En los 70, las organizaciones revolucionarias creyeron encontrar en esa provincia las condiciones necesarias para una insurgencia armada. Como respuesta, la Iglesia y las Fuerzas Armadas ejercieron una prédica y represión (respectivamente) especialmente intensa sobre la población. A pesar de que los documentos militares sostienen que la amenaza armada fue eliminada aun antes del golpe militar, el adoctrinamiento social llevado a cabo por parte de la Iglesia y las Fuerzas Armadas llegaría a extremos propios del medievo. Tras el colapso de la dictadura, la iglesia debió responder ante la sociedad por la actitud asumida frente a los crímenes del régimen, pero la institución eludió esta responsabilidad y optó por la negación. Más aún, la institución religiosa mezquinó a la democracia el apoyo que había ofrecido a la dictadura y se esmeró en asociarla con el libertinaje. La corrupción de la dirigencia política que, comparada con la administración del régimen militar parecía desproporcionadamente mayor, les dió una razón más para atacarla. Pero la explicación de este fenómeno de percepción de la corrupción radica simplemente en el hecho de que los negociados de la dictadura eran desconocidos por la sociedad gracias a la censura que los militares ejercían sobre la prensa. 

Es cierto que los niveles de corrupción continuaron creciendo, que los recursos se fueron agotando y que la corrupción es una de las causas principales de la miseria en la que Tucumán se sumerge día a día. Paradójicamente, la propia sociedad tucumana ataca a sus dirigentes como si estos proviniesen del espacio exterior; como si estas personas no fueran el fruto de una sociedad que los educó sin inculcarles el respeto por la ley. El taxista sin sus papeles en regla acusa a los corruptos del gobierno, el conductor que cruza los semáforos en rojo los responsabiliza de su pobreza, los empresarios que evaden impuestos quieren crucificarlos y los policías que hacen del soborno un segundo sueldo se ofrecen para fusilarlos. Cualquiera de ellos, con un poco de carisma y muñeca política podría llegar a ocupar un cargo público donde repetirían estos hábitos en otra escala. Es un mal que se retroalimenta ya que las autoridades dan un ejemplo nefasto que la sociedad recoge, contagia y amplifica. Sin embargo, en esta turba donde todos se pelean por arrojar la primera piedra, existen distintos grados de responsabilidades. Aquellas instituciones que se han arrojado para sí mismas el rol de guías espirituales de la nación tienen otro nivel de responsabilidad. Estas instituciones forjan una cultura a través del ejemplo.


 Los ex alumnos 


Aquella injustificable contradicción antes mencionada, el apoyo de la Iglesia al terrorismo de Estado, forma parte de una gigante cadena de contradicciones, quizás menos sangrientas pero no menos educativas. Estos dobles discursos tienen enorme repercusión en la sociedad. La contradicción obliga a una doble vida, a un doble estándar donde las leyes se relativizan en base a las conveniencias personales. Por ejemplo, si todos los creyentes católicos de la provincia de Tucumán cumpliesen en la práctica la prohibición católica respecto al uso de anticonceptivos, la familia tucumana promedio superaría holgadamente los diez hijos. El clero no sólo les enseña su posición sobre la reproducción, tambien los obliga a obrar de manera hipócrita. La Iglesia católica sostiene que Jesús separó la religión del Estado cuando dijo “a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”, sin embargo la nueva bandera de Tucumán, creada durante el gobierno del general Bussi (un ex represor de la dictadura que comulga regularmente) lleva estampada el símbolo cristiano. Los sacerdotes que enseñan a amar al prójimo más que a uno mismo bendicen los cañones y fusiles del Ejército y los ejemplos parecen no terminar más. 

Pareciera entonces que entre líneas encontramos otra enseñanza: las leyes, aún las propias, están hechas para ser ignoradas o recordadas cuando nos conviene. En aquella homilía del 9 de julio, que dio comienzo a este artículo, el arzobispo de Tucumán sostuvo: “El país necesita de una gran dosis de honestidad y de capacidad de sus dirigentes, y cuando hablo de dirigentes me refiero a los políticos, a los sindicalistas, a los empresarios, a los financistas, a los hombres de la cultura, a los comunicadores sociales, y a los Las autoridades dan un ejemplo nefasto que la sociedad recoge, contagia y amplifica que están comprometidos por su vocación y misión en la formación de nuestros niños y de nuestros jóvenes”.


 Es necesario definir el grado de responsabilidad que le toca a la institución que él mismo representa respecto a esta ‘crisis de honestidad’, ya que él pertenece a la religión que más influyó en la educación de estos dirigentes. No sólo la casi totalidad de los dirigentes y políticos tucumanos provienen de familias católicas, una enorme proporción de ellos han sido educados en colegios religiosos. Basta cruzar el portón de entrada de cualquiera de estos establecimientos para ver que, utilizando las enseñanzas del hijo del carpintero de Nazaret, estas instituciones se han convertido en empresas millonarias. Tiempo después, muchos de esos alumnos se convierten en dirigentes que se siguen sirviendo de parábolas altruistas para llegar a espacios de poder y obtener beneficios. Un ejemplo que aprendieron desde la escuela. Este planteamiento no busca lograr una actitud más angelical por parte de los representantes de la Iglesia católica de Tucumán pero intenta averiguar si estos referentes están dispuestos a asumir las consecuencias de su ejemplo. 

Hablando de ejemplos 


Quizás la figura más destacada en la educación católica de los tucumanos en las últimas tres décadas sea Fray Aníbal Fósbery. Este sacerdote, rector durante 20 años de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), fue también fundador del Colegio Secundario “Boisdron”. La página de internet de este colegio cuenta la cándida historia de sus orígenes —una mañana de invierno de 1977— cuando el Padre Fósbery y Carlos Rossini paseaban por las galeria de la UNSTA y decidieron abrir un colegio. La anécdota continúa con el recuerdo del lema primordial que impulsó ese proyecto. “Debía ser un espacio que formara a los futuros dirigentes católicos de la sociedad tucumana”. 


Fosbery, siempre preocupado por la educación, ha sido además presidente de la Organización de Universidades Católicas de América Latina; miembro de la Federación Internacional de Universidades Católicas (FIUC) y presidente del Consejo de Rectores de Universidades Privadas de Argentina. En su carrera ha educado con la palabra y también con el ejemplo. Durante la guerra de Malvinas, los países de la comunidad europea suspendieron la venta de armas a la dictadura. La improvisada aventura militar del general Galtieri pronto agotó sus exocets y el régimen se vio obligado a recurrir a la única persona dispuesta a realizar una transacción militar con ellos: el líder libio Mohamed Gaddaffi.


 El 15 de mayo de 1982, los seis hombres que llevarían a cabo esta misión secreta fueron detectados por los servicios británicos en el restaurante del aeropuerto de Barajas mientras esperaban el avión que los transportaría a Trípoli. Uno de ellos era el rector de la Universidad Santo Tomás de Aquino, Fray Aníbal Fósbery. Al concluir sus 20 años como rector de la UNSTA, este sacerdote, a la sazón traficante de armas, expresó en su discurso de despedida: “Cuando toda América, no la América ideologizada, sino la América que aún reza a Cristo y ama al español, se ponga de pie para festejar la epopeya que no produjo genocidio sino que nos liberó con el Evangelio en la mano, que también se ponga de pie la UNSTA, aquí, en el centro de nuestro país”. (La Gaceta, 5 de agosto de 1990) Con estas palabras, el rector de esa influyente comunidad educativa expresó también su interpretación del quinto mandamiento, dando a la vez un ejemplo de cómo los alumnos deben respetar las leyes que profesan.


 Más tarde, en abril del año 2003, durante la inauguración de la sede de la Universidad Fasta de Bariloche, de la cual Fosbery es fundador y presidente, el líder educativo en la formación de ciudadanos y dirigentes no tuvo reparos en decir: “Permítanme que de modo personal exprese en nombre de la Fasta nuestro recuerdo y gratitud al entonces presidente de la Asociación Germano-Argentina, el señor Erich Priebke” . Así, el formador de “dirigentes católicos” enseñó a sus alumnos que le deben gratitud a aquel jerarca nazi responsable por la masacre de 335 italianos en las Fosas Adreatinas de Roma, ocurrida el 24 de marzo de 1944. Priebke, el benefactor de Fosbery, no pudo asistir a esta ceremonia ya que había sido deportado a Italia, donde admitió la masacre y recibió su condena en 1997. Fosbery es una figura gravitante que dirigió alguno de los principales centros de estudios de Tucumán, en cuya aulas se formaron gran parte de los dirigentes que la Iglesia hoy apunta y acusa. 


 Ruca Ayllú 


La constante preocupación de Fosbery por la educación también dio origen, a comienzos de los 70, a una agrupación denominada “Ruca Ayllú”. Su página de internet recuerda: “llegaba Aníbal Fosbery a Tucumán y se presagiaba un nuevo aire en la Milicia Juvenil”. “FASTA desembarcaba en Tucumán. La misión del Cura era hacerse cargo de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino y además el cargo de Prior del Convento de Santo Domingo, pero nuestro Cura sabía que no era sólo eso, Ruca Ayllú estaba en los proyectos del Señor”. La agrupación cuenta con un “Departamento de formación doctrinaria” y sus miembros —que se denominan “milicianos”, “templarios”, “comandos”— firman sus cartas con la frase “a tus órdenes!”. El website incluye fotos de los campamentos de la agrupación, donde centenares de jóvenes reciben la “formación doctrinaria” ideada por el cura Fosbery. En este website los niños también pueden alternar entre juegos de computadora y textos del antisemita Hugo Wast o el poeta del fascimo italiano Giovanni Papini. En mayo del año 2005, al celebrarse un nuevo aniversario de la agrupación, se realizó una convivencia que contó con la visita del padre fundador. La visita se produjo en un momento delicado: cuatro meses antes, en enero del 2005, el secretario de Cultura y ex diputado nacional Rodolfo Vargas Aignasse, hermano del senador Guillermo Vargas Aignasse, desaparecido durante la dictadura, denunció que Fray Aníbal Fosbery participaba junto al General Bussi en las reuniones del Comando de la Quinta Brigada de Infantería. En estas reuniones se decidía qué personas iban a ser secuestradas en los operativos de la dictadura. Estas declaraciones motivaron la reacción de los bussistas, quienes se reunieron inmediatamente con el Arzobispo Luis Héctor Villalba. Allí, Ricardo Bussi (hijo de el ex represor y actual diputado nacional) aseguró que estas acusaciones eran “una afrenta a la grey católica tucumana”, sin aclarar cuál era el punto más ofensivo: el secuestro y ejecución de ciudadanos llevada a cabo por su padre o la denuncia del asesoramiento brindado por Fosbery. Sin embargo, el Arzobispo Villalba, que en todas sus homilías de los “9 de Julio” embate bravíamente contra la clase política acusándola de corrupción moral, guardó un profundo silencio ante estas graves denuncias. Aquel arzobispo que en el Tedeum del 9 de julio del 2002 dijo “tenemos que reconocer, con dolor, que ha habido un trastorno en la aceptación de la escala de valores morales. Hoy se habla de la necesidad de fomentar la ética social. El pueblo está ansioso de que se le gobierne con honradez y de que se potencien los valores morales, como base del perfeccionamiento social”. El mismo arzobispo que el 9 de julio del 2003 volvió a la carga sosteniendo que “padecemos una crisis no sólo económica y política, sino fundamentalmente moral. La causa de todos estos males es de orden moral. Se ha olvidado la ley moral que señala lo legítimo y reprueba lo ilegítimo”. El mismo que el 9 de julio del 2004 explicaba que “las fiestas patrias nos permiten mirar con mayor detención a nuestro país, poder reflexionar sobre él y sacar conclusiones que nos ayuden a asumir nuestra responsabilidad en el desarrollo de nuestra propia Nación”. Ese mismo. Pero monseñor Villalba no sólo guardó silencio. En mayo del año 2005, cuando la agrupación “Ruca Ayllú” se disponía a celebrar un nuevo aniversario de su nacimiento, aceptó la invitación y compartió una jornada de convivencia junto a otro guía espiritual de la sociedad tucumana, Fray Aníbal Fosbery; aquel traficante de armas que —luego de justificar el genocidio indígena o dar las gracias al jerarca nazi Erick Priebke— acababa de sumar una nueva acusación: asesor de los secuestros de la dictadura. Así también se educa y es posible que en futuras “homilías del 9 de Julio” se les pida a estos jóvenes —ya transformados en dirigentes de la joven democracia argentina— que no sean corruptos y muestren más respeto por la ley.


Publicado en "Cuadernos para el Dialogo" - 06.04.2006



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