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Mostrando entradas de marzo, 2019

La Cachetada

A unas pocas cuadras de la Escuela de Música de la Universidad existía un café con enormes ventanales que se llamaba El Buen Gusto. Hacia el fondo, en el vientre de ese café, había una mesa que parecía un conjunto escultórico. A diferencia de todas las demás, llenas de charlas y movimiento, esta mesa apartada era un fogón de seres inmóviles alrededor de un fuego ficticio. Todo era silencio hasta que un jugador movía el peón equivocado y allí estallaba la desaprobación o el aplauso. En ese Tucumán de fines de los ’80, donde la enorme mayoría de mis maestros y vecinos había votado a Bussi como gobernador, esa mesa era un rincón mágico al que yo, con mis 18 o 19 años, me escapaba en las horas muertas que quedaban entre las materias del conservatorio. Todos eran mucho mayores que yo. Sin embargo, tras un prolongado tiempo pagando derecho de piso como ‘observador’, lentamente y con mucho esfuerzo me fui convirtiendo en un pésimo jugador, como todos los demás, y así me gané la entrada a ese