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Una Realidad Aparte (Polemica)

Director del Suplemento Literario, Daniel Alberto Dessein: Este suplemento publicó, el 28/2/99, el curioso artículo "Izquierdas y derechas"; firmado por Jorge Estrella. El autor, en una sospechosa traducción de la realidad, nos cuenta que mientras izquierda y derecha se enfrentaban, un grupo de seres puros y etéreos, como duendecillos alejados de toda ideología se dedicaban a crear soluciones para una humanidad afligida.

En este limbo Fleming creó la penicilina, Einstein formuló la teoría de la relatividad y los muchachos de Silicon Valley armaban las primeras computadoras. Llama la atención, hacia el final de este relato conmovedor de un mundo habitado por seres bondadosos (que no son ni de izquierda ni de derecha), una redundancia que no parece fruto de la incapacidad literaria. Repite "esta revolución silenciosa", "el enemigo silencioso", "estos revolucionarios silenciosos", "esos magos del silencio", alabando un supuesto perfil beato de los científicos de este siglo. A pesar de la dulzura de sus personajes, esta nueva versión de "Alicia en el país de las maravillas" olvida algunos detalles. Olvida que la Guerra Fría fue el principal ingrediente en el desarrollo de las computadoras. Olvida que Fleming formó parte del servicio médico del Ejército en la Primera Guerra Mundial, y que justamente en el horror de los campos de batalla fue donde comenzó a buscar una cura para las heridas infectadas de los soldados. Olvida la carta que Einstein envió a Roosevelt planteando la necesidad de diseñar y construir la bomba atómica antes que los laboratorios alemanes. También cuenta, como una de las hazañas de este siglo, la llegada del hombre a la Luna, sin nombrar que fue sólo otra batalla de la carrera tecnológica entre estadounidenses y soviéticos.

Sin pretender restar méritos a tantos hombres de ciencia bien intencionados, es por lo menos dudoso creer que los científicos son una cofradía de seres diáfanos desprovistos de toda ideología, trabajadores silenciosos y "distraídos de la lucha por el poder". Intuyo que el arsenal nuclear no fue construido por la cocinera de Nikita Kruschev, ni por la hermana de Kissinger. Sin embargo, no es mi intención revisar el extraño análisis de Estrella sino plantear cuál es la razón de estas falsedades. ¿Por qué sueña con un mundo de científicos sin ideas políticas? ¡No intentará el señor Estrella hacernos creer que la caída del Muro es el final feliz de un cuento de hadas, y que la humanidad come perdices!




Sospecho que ese disfraz de juez salomónico de izquierdas y derechas oculta a un astuto ideólogo defensor de este sistema perverso, un Panglós que (como en Cándido, de Voltaire) quiere hacernos creer que éste es el mejor de los mundos posibles, asegurando así el statu quo. La ciencia es un arma importante, generadora de cambios, y quizás por esa razón Estrella falsea los argumentos, a fin de plantear una sociedad de seres sin compromiso, una generación de silenciosos científicos ajenos a las utopías políticas. Hoy más que nunca, como propone Saramago, es necesario que la ciencia esté comprometida en una revolución ética. Necesitamos científicos, artistas y pensadores empapados en ideologías que tengan el bienestar del hombre como fin, personas llenas de utopías que busquen ayudar a las enormes porciones de la humanidad víctimas de este sistema. Necesitamos hombres que se preocupen por el sesenta por ciento de la población mundial que está en situación de terrible pobreza sin educación ni salud.

¿Es prioritario para la humanidad invertir millones de dólares en mandar artefactos de control remoto a Marte, o realizar embarazos masculinos? ¿Estos delirios científicos, no serán en parte fruto de la falta de compromiso social, de la falta de políticas solidarias? Por último, Estrella profetiza que mañana habrá un físico que muestre el dominio sobre la energía atómica por fusión y nuestras vidas cambiarán de signo. Seguramente cambiará el destino de la corporación que compre la patente y, si lo creen pertinente, el nuestro. No debemos olvidar de que a pesar de tantos adelantos en medicina, por ejemplo, nuestro país tiene enfermedades medievales como el cólera. A propósito cuenta Estrella otra hazaña del siglo XX: nunca antes hubo en la historia de la humanidad organizaciones capaces de sostener (alimentar y educar) una biomasa de seis billones de personas. En realidad millones de humanos viven abandonados a su suerte, pues no son redituables para el gran dios "mercado". De todos modos ¿me podría facilitar la dirección de estas organizaciones? En la escuela donde trabajo muchos chicos quedaron fuera por falta de asiento, y otros van a clases sin comer. Incluso podría ir el señor Estrella uno de estos días, y contarles otro cuentito...

Andrés Jaroslavsky



No sabe leer, pero sabe llorar

REGLAS MINIMAS

Director del Suplemento Literario Daniel Alberto Dessein: Usted viene machacando hasta el aburrimiento la consigna de no sobrepasar 70 líneas de 70 espacios en las polémicas. En una ocasión anterior le propuse agregar algunas reglas mínimas, más intelectuales que tipográficas. Una de ellas era que quien escriba en su suplemento sepa leer. Si Ud. la aplicara se libraría de otro martirio que también lo hace quejarse interminablemente: la sobredosis de originales que lo abruman.

Digo esto a propósito de un comentario aparecido el 21 de marzo pasado ("Imposible mundo de científicos puros, etéreos, alejados de la política" de Andrés Jaroslavsky, Tucumán) contra mi "Izquierdas y derechas" (del 28-2-98). Su autor me hace sostener que describo a los científicos autores de la gran revolución del siglo XX como "un grupo de seres puros y etéreos, como duendecillos alejados de toda ideología que se dedicaban a crear soluciones para una humanidad afligida". Y lo que sostuve en mi escrito es que "sin fanatismos, sin campos de concentración, esta revolución silenciosa trabajaba sin proponerse cambiar los destinos de la humanidad... ¿Dónde prosperaron estas personas? en aquel puñado de sociedades donde el conflicto entre los bandos de derecha e izquierda no alcanzó a sojuzgarlos". Cuando sostengo que sólo en sociedades libres aparece la ciencia, buscadora de la verdad, mi crítico lee que ubico a sus cultores en un "limbo" alejado de la realidad y como una "nueva versión de Alicia en el país de las maravillas"; cuando escribo que estos revolucionarios trabajan "sin proponerse cambiar los destinos de la humanidad", el alarmado polemista lee que "se dedicaban a crear soluciones para una humanidad afligida". Mi crítico, por lo que se ve, no sabe leer.

Pero sabe llorar. Clama por la necesidad de "científicos, artistas y pensadores empapados en ideologías que tengan el bienestar del hombre como fin". Es un llanto de ojo izquierdo, eso sí, porque no ve que tales ideologías condujeron al sacrificio de millones de víctimas inocentes. Recurre a Saramago como autoridad de este clamor social, y para ello debemos olvidar que recientemente Saramago (junto a García Márquez) celebraba la más antigua dictadura militar latinoamericana, la Cuba de Castro, que lleva 40 años. Quizás mi crítico no lo sepa, pero sus ideas provienen del marxismo, una mitología de amplia dispersión y cuyos feligreses le atribuyen condición de "ciencia" (al fin y al cabo ¿por qué no?: si hay "ciencias ocultas", ¿por qué no "ciencia marxista"?). Esta beatería sostiene -desde su sacerdote fundador- que el contenido de una ciencia traduce al contexto ideológico dominante. La física de Newton, por ejemplo, sólo sería válida para la Inglaterra del siglo XVII. Como los nazis, que retrasaron en Alemania los estudios de la física relativista de Einstein entendiendo que era "física judía". ¿Vale la pena repetir que la ciencia simplemente no es eso? A diferencia de la ideología, es escéptica (siempre está dispuesta a revisar sus supuestos) y se autoimpone los durísimos requisitos de coherencia lógica y de verificación empírica.

Mi crítico afirma que el dominio de la energía por fusión cambiará el destino de la corporación que compre la patente, y no el de millones de indefensos usuarios que pasarán a ser explotados. En el mismo estilo de la penicilina de Fleming (quien la descubrió pero no la produjo), procesada industrialmente en USA 17 años después y que hoy seguramente mi crítico compra por unos pocos pesos. Al igual que computadoras, viajes en avión y otras decenas de productos y servicios cuyos precios descienden implacablemente gracias al capitalismo explotador. Y las víctimas los consumen mientras lloran la añoranza de tiempos mejores de miseria.

Bucólicamente el polemista me invita a su escuelita para contar a sus alumnos "otro cuentito". Supongo que esas pobres criaturas están saturadas de la beatería de su maestro y difícilmente atenderían un razonamiento riguroso o un cuento maravilloso.

Si yo creyera que acercarse a un texto sirve de algo a una mente ideologizada, recomendaría a mi crítico que eche un vistazo a un trabajito breve de Mario Bunge: Una caricatura de la ciencia: la novísima sociología de la ciencia. (O tal vez mirarse en el espejo de otro libro muy conocido por estos días: Manual del idiota latinoamericano, uno de cuyos autores es Vargas Llosa -h-). Si creyera, digo.

Jorge Estrella

Tucumán

 

 

 

Lo grave no es la temática, sino el mensaje


LAS NUEVAS AVENTURAS DE...


Director del Suplemento Literario, Daniel Alberto Dessein: Si en Estrella se repite como un déjà-vu, la sensación de que quienes escriben en este suplemento no saben leer podemos comenzar a contemplar también la posibilidad de que es él quien no escribe claramente. Como dije en mi nota anterior no es la temática que abordó lo esencial; lo grave del artículo es el mensaje que subyace entre sus líneas. El autor lee revistas de divulgación científica, las interpreta a su antojo y luego inventa un culebrón de investigadores mudos poniendo, en el accionar de sus protagonistas, actitudes poco menos que ridículas con un claro fin dogmático: estamos en el mejor de los mundos posibles, éste es el mejor de los sistemas. Esopo también creaba fábulas con personajes y diálogos fantásticos para difundir sus moralejas, pero nunca pretendió hacernos creer que los zorros hablaban... Estrella pone nombres de importantes científicos en el reparto de su comedia pero el guión es invento suyo.

Insiste con que los científicos del siglo XX trabajaron sin pensar en el destino de la humanidad, "tan distraídos de la lucha por el poder estaban".

¿En qué pensaba entonces Albert Einstein (quizás el científico más importante de este siglo) cuando proponía a Roosevelt avanzar en la construcción de la bomba atómica y así adelantarse a los físicos nazis? ¿Leyó sus discursos sobre crisis económica mundial, sobre producción y poder adquisitivo, sobre fascismo y ciencia? ¿En qué pensaba cuando organizó aquella cruzada contra la comisión que presidía McCarthy? Casualmente, en un reportaje titulado "La universidad argentina es un centro de obediencia" publicado por LA GACETA el 15/5/95, encontramos al Sr. Estrella sostenido: "yo no tengo la pasión política ni me interesa el poder" (a los personajes de sus cuentos tampoco, claro). En la nota Izquierdas y derechas afirma: "sólo en las sociedades libres aparece la ciencia, buscadora de la verdad". En el reportaje de 1995 definía su estadía en Chile, que coincide cronológicamente con la dictadura de ese país, como "una de las etapas más libres de mi vida". Obviamente. Respecto del régimen de Pinochet, a quien hoy se sigue un proceso por genocidio, expresa: "mi sensación es que seguramente hubo injusticias, pero que en Chile la población inocente fue muy poco tocada". "De hecho allí hubo 700 desaparecidos y aquí hablamos de 30.000" (sin comentarios). Ahora Estrella reaparece bajo el título "No sabe leer, pero sabe llorar", esta vez menos tierno que en aquel "Izquierdas y derechas" que tanto me hizo recordar a "El Principito" de Antoine de Saint-Exupéry. Sufrió una metamorfosis o mejor dicho la pérdida de su disfraz (junto con la calma) recordándome más, en esta ocasión, a "El Príncipe" de Nicolás Maquiavelo. Luego de desmalezar esta última nota mezcla de macartismo, argumentos heredados de la guerra fría y recursos de talk-show, hacia el final del artículo, queda desnudo nuevamente: si yo puedo comprar medicamentos, computadoras o viajar en avión cualquiera puede hacerlo, todo está bien. Estrella, ahora, es coherente: partir desde nuestras particularidades y desde allí analizar la situación del mundo es la conducta propia del sistema que tanto defiende, un sistema basado en la destrucción de los lazos sociales y de la sensibilidad hacia "el otro". El hecho de que nosotros tengamos acceso a las computadoras y a la penicilina no debe hacernos olvidar que otros apenas comen. Las ideas de los científicos o artistas no sólo intervienen en sus obras sino que la elección del tema a investigar lleva ya implícita una filosofía, una utopía, una búsqueda existencial. Tienen una ideología. Esa elección (para bien o para mal) esta íntimamente relacionada con su conciencia social y lo que yo planteo es la necesidad de que, entre los elementos que se tengan en cuenta, figure prioritariamente la búsqueda de un mejor futuro para el hombre. Las leyes del mercado por sí mismas no lograrán este objetivo simplemente porque su fin es otro: el mero beneficio económico. Esto para Estrella es ser del "Stalin Fans Club". Es posible que él pertenezca a esa raza que, a partir de la compra de un teléfono celular, siente que la humanidad atraviesa su mejor momento y que sólo quedan pequeñas desigualdades que se irán solucionando cuando la economía de mercado derrame sus bondades sobre todos. Quienes no traguen este anzuelo, quienes comprendan que cada vez son más las personas que quedan sin trabajo ni educación, quienes se sensibilicen por la situación de sus semejantes, serán marxistas cómplices del sacrificio de millones de víctimas inocentes, mentes ideologizadas. Recomienda material de lectura y comienzo a pensar si no estará leyendo mucho y razonando poco. Quizás viva en un universo paralelo conectado a éste a través del Suplemento Literario. Lejos de llorar quisiera aclararle que pocas cosas me divierten tanto como sus artículos tan ricos en disparates, alocadas travesuras y desopilantes ocurrencias...


Andrés Jaroslavsky

Tucumán


 

Debiera habilitarse un "lugar para llorar"

UN RUBRO NECESARIO

Director del Suplemento Literario, Daniel Alberto Dessein: En uno de esos viajes por Europa en que se visita iglesias, castillos y museos hasta marearse, me tocó ver algo singular. Se trataba de una pequeña habitación (de un castillo austríaco, creo) en cuya puerta la reina había hecho colocar este cartel: "Cuarto de llorar". Así como hay lugares para dormir, cocinar o leer, la mujer entendió legítimo tener su propio lloradero.

En varias ocasiones he sugerido a Ud. algunas ideas para esta sección del Suplemento Literario, que Ud. ha desestimado calladamente. Pero no me desanimo. Trasladaré la idea de esa reina desconocida al suplemento literario que Ud. dirige y le propondré una vez más algo diferente: ¿Por qué no agregarle un par de páginas nuevas bajo el rubro "lugar de llorar"? Verá Ud. cómo el suplemento se ve inundado de escritos de hombrecitos grises, ansiosos de abandonar la justiciera penumbra en que viven, ganosos de la tinta impresa aun al precio de sufrir las más humillantes refutaciones a su pobreza de ideas, a su menesterosidad intelectual. Ud. podrá cobrarles un peaje que le permita ampliar, con otras páginas interesantes, a su heroico suplemento. Fíjese que acabaría con otra queja suya de larga data: la sobreabundancia de originales. Mi sugerencia nace de ver el tono que ha ido imponiéndose en su sección de "polémicas". Leí, por ejemplo, a un perseverante contradictor (digno inaugurador del "lloradero" que le propongo), quien luego de desatender las razones donde muestro su desatino, cambia de rubro y salta, desde el artículo mío que no supo leer, a mi "mensaje": "lo grave del artículo es el mensaje que subyace entre sus líneas". Ahora resulta que lo que no supo leer (pues para ello es preciso, además, saber pensar) escondía un mensaje oculto y perverso que él, como vidente, quiere enseñar a los lectores del Suplemento. ¿Dónde quedó el asunto en discusión, esto es, si la ciencia es un subproducto ideológico -como sostiene mi contradictor- o si, como he defendido, es el fruto más severo y creativo de hombres libres? Mire si no tengo razón, Dessein; Ud. contará con verdaderas joyas para su lloradero: aquí tiene un mago que sabe ver tras mi "disfraz" de Saint-Exupéry a mi yo de Maquiavelo. Un hermeneuta que quizás no necesite texto alguno a interpretar, pues sabe ver las intenciones del autor por encima de cualquier escrito que no sabe leer. Ansioso de "lazos sociales y de sensibilidad hacia el 'otro'", este defensor de la humanidad recorre la fraseología marxista como si pudiera desconocerse a dónde llevó esa empresa: a la forma más plena de fascismo. Quienes la impulsaron hablaban de paz para hacer mejor la guerra; defendieron los derechos humanos pero organizaron campos de concentración; prometieron la abundancia y aseguraron la miseria; hablaron de revolución pero involucionaron; dijeron que era ciencia cuando defendían mitos primitivos; se decían comunistas y efectivamente construyeron la mayor fosa común de la historia; se creían progresistas en nombre del regreso al peor tribalismo; aún pregonan el amor y son expertos en cacerías y quemas de brujas. Hoy lloran por la globalización porque la promovida por ellos a punta de terrorismo no les resultó.

Pero claro, en su lloradero, Dessein, estas afirmaciones habría que tomarlas como licencias poéticas del llanto de los perdedores de este siglo. Y Ud. haría bien en consentirlas, en aceptar que quienes defendemos las libertades individuales hemos perdido el sentido de la realidad, que sólo ellos pueden percibir las bondades del peor genocidio de la historia de la humanidad en nombre de sus "ideales" salvacionistas.

Creo que debería atender mi propuesta, Dessein. Haga un lloradero, donde el rencor pueda drenar libremente, déjele todo el espacio necesario, recoja recursos para ampliar esa formidable empresa cultural -a punto de volverse cincuentenaria- que es este suplemento.

 

Jorge Estrella

(Yerba Buena-Tucumán)

 

N. de la D.- Con esta nota se cumplen las dos intervenciones de cada parte y se cierra esta polémica. Pero, en los casos de "tercerías", es imposible extenderse durante meses y meses, por lo que los límites deben ser más estrictos.


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